sábado, 12 de marzo de 2011

Extracto de un discurso, el último que pronunció en el Congreso Nacional, el presidente argentino Carlos Pellegrini el día 11 de junio de 1906, referi

«El militar tiene otros deberes y otros derechos; obedece a otras leyes, tiene otros jueces, viste de otra manera, hasta habla y camina de otra manera. Él está armado, tiene el privilegio de estar armado, en medio de los ciudadanos desarmados. A él le confiamos nuestra bandera, a él le damos las llaves de nuestras fortalezas, de nuestros arsenales y a él le entregamos nuestros conscriptos y le damos autoridad para que disponga de su libertad, de su voluntad, hasta de su vida. Con una señal de su espada se mueven batallones, se abren nuestras fortalezas, se baja o sube la Bandera Nacional. Y toda esta autoridad y todo este privilegio, se lo damos bajo una sola y única garantía, bajo la garantía de su honor y de su palabra. Nosotros juramos ante Dios y la Patria, con la mano puesta sobre los Evangelios; el Militar jura sobre el puño de la espada, sobre esa hoja que debe ser fiel, leal, brillante como un reflejo de su alma, sin mancha y sin tacha. Por eso, la palabra de un Soldado tiene algo de sagrado y faltar a ella es algo más que un perjurio. Y bien, Señor Presidente, es éste el cartabón en que tienen que medirse nuestros jóvenes militares, para saber si tienen la talla moral necesaria para ceñir la espada, que es el legado más glorioso de aquellos héroes que nos dieron Patria; para vestir ese uniforme lleno de dorados y galones sería un ridículo oropel si no fuera el símbolo de una tradición de glorias, de abnegación y de sacrificios, que obligan como un sacerdocio al que lo lleva. »